En 1860, la ciudad de Benevento, situada a mitad de camino entre Roma y Nápoles, se viste de leyenda. Según cuentan en voz baja, allí se reúnen todas las brujas del mundo.

Giuseppe Alberti se ríe y elige Benevento para iniciar su actividad de comerciante de vinos. A l mismo tiempo empieza, casi como un hobby, la producción de un licor de hierbas aromáticas de acuerdo a una receta que los monjes del convento de la región le confían y que sigue mejorando con la ayuda de su padre especiero.